Crónica del Viernes Santo de 2020

TUS BRAZOS ABIERTOS VERA+CRUZ


¿Qué decir de esta Semana Santa que no se haya dicho ya? Es difícil dirigirse a los hermanos cuando estamos de encierro. ¿Quién iba a decirnos que un virus iba a limitar los encuentros hasta este punto? Pues así ha sido, ya no hay vuelta atrás ni lugar para los reproches. La Cuaresma crucera pudimos abrirla con el Vía Crucis del Consejo presidido por Nuestro Padre Jesús de la Victoria y acabarla con el triduo al Stmo. Cristo de Vera+Cruz. Este año, las vísperas, esas benditas sumas de momentos quedaron truncadas. La limpieza, los montajes, las papeletas de sitio, los ensayos, la revista, el pregón, el traslado…


El miedo, las posibilidades de contagio, y posteriormente los decretos, hicieron que los actos que aglutinaban a muchas personas se fueran suspendiendo y fueran cayendo como las hojas de un calendario.


Hemos tenido una Cuaresma atípica que nos ha hecho vivir la Hermandad confinados en casa y en familia. Pero sin perder el contacto con los nuestros. Hemos atendiendo las indicaciones de las administraciones, del Obispado, del Consejo de Cofradías y de nuestro Ayuntamiento. Y a su vez hemos hecho partícipes de éstas decisiones a los hermanos y a los moguereños a través de las redes sociales de la Hermandad. Éstas, ahora imprescindibles, se han convertido en canal de comunicación, interacción, oración, para aunar a los hermanos, sus inquietudes y sus sentimientos.


Sin quererlo, la carencia del contacto, las miradas y la compañía física nos ha hecho más fuertes, si cabe. Nos hemos apoyado los unos a los otros, cual cuadrilla para comprender esta procesión que va por dentro, este dolor contenido, que nos aúna y que nos hace buscarnos y encontrarnos en nuestras creencias, lo que nos une... la Cruz de Cristo y la Soledad de su bendita Madre al pie del sagrado leño.
Cada uno ha hecho de su casa y de su familia, un templo. Una iglesia doméstica y ha levantado un altar alusivo a la hermandad dónde dirigir sus oraciones, encontrar consuelo y dar las gracias cada día de cuarentena. Desde la distancia se me empañaron los ojos al contemplar las muestras de cariño que se alzaban en cada casa crucera, la tarde-noche del viernes de traslado. Y así, sin los míos, hasta hoy, ir rezando las cuentas de este rosario confinado que nos ha llevado en volandas al quinto misterio doloroso del rosario y la duodécima estación del Vía Crucis.


La Crucifixión y Muerte de Jesús que ya golpea la puerta del Sol de la parroquial. El porche espera. Moguer se rinde al misterio de la entrega de ese cofre de caoba y a la orilla del manto negro que cubre el dolor más resignado y sereno.


Qué difícil es hablar de Viernes Santo sin cofradía. De la mañana, de las últimas horas de montaje y preparativos, cuando los pasos no se encuentran el templo. Y cómo preparar su exorno floral, cuando los cardos no fueron cortados en el campo y la yedra y las acacias permanecen aún en las tapias y los barrancos. Este año las únicas flores son de los jardines y los patios que se apilan junto a las velas en la puerta de la iglesia como testimonios de devoción y centinelas de tu no salida.


Esta Semana Santa es tan distinta que tu banda sonora será el silencio, el vacío. Tanto que ni siquiera escucharemos el rachear de las zapatillas, o los tambores de algunos años, ni el bullicio y algarabía de los monaguillos bajando la rampa. Las marchas Virgen del Valle, Cristo del Desamparo y Abandono, Hosanna in Excelsis y los sones del oboe y el fagot han quedados relegados al recuerdo, a la nostalgia. No hay nada de aquello. Ahora toca escuchar sólo la banda sonora de esta crisis sanitaria: Resistiré, que como un himno proclama la vida que hay tras los balcones y ventanas. No habrá levantás, ni a pulso ni al tirón. Pero no por ello aplausos. Aplausos a la misma hora de tu salida, las ocho. Aplausos a la generosidad, la entrega de nuestros sanitarios, el primero por nuestra residencia de mayores, otro aplauso por los profesionales de nuestro centro médico, por los trabajadores del hospital Juan Ramón, por nuestra protección civil, otro por Cáritas, por los voluntarios, por las fuerzas de seguridad, por los que atienden los campamentos, por el personal de los servicios básicos y los comercios, por los transportistas…


Hoy no habrá reencuentro con las otras devociones marianas, ni con Montemayor ni con Rocío en la plaza, no habrá escudos y heráldica en la cera encendida. Hoy las tres devociones marianas quedarán unidas por un mar de pinares imaginario que ya ha anunciado su desconsuelo para mayo y para junio.


Tampoco habrá puertas abiertas a tu paso, ni la del Almirante, ni la de la familia de tu Sacristán y benefactor eterno. Aunque sí estarán muy presentes en nuestro corazón y las oraciones. Las espadañas de Santa Clara y San Francisco te han añorado a la caída de la luz de la tarde, de este Moguer que te implora. Sus campanas han acordado cual oración franciscana, dónde haya tristeza, llevar la alegría de sus repiques cuando todo esto pase.


Hoy te faltará también la poesía de tus poetas encontrados en el cruce de Alonso Niño con Pasadizo, de Cárcel con Cristóbal Colón. Valerio, López y Garfías han dejado que sus emotivos versos los retomen las cartas que están recibiendo los enfermos de las UCI de nuestros hospitales cómo bálsamo para su curación.


Cómo tampoco estarán las saetas en Cristóbal Colón, Santarén o Galinda, pero si habrá vítores y proclamas al paso de costaleros, que día a día libran la batalla en primera o segunda línea.


Este año las colgaduras verdes que anuncian tu itinerario han dejado paso a los carteles de ánimo que los niños han colgado en sus balcones. Son un canto a la esperanza. Son corazones verdes de agradecimiento. Y parece que no quiere ser, pero ese es nuestro Viernes Santo.


Las ofrendas, los ramos y las petalás que reciben tus pasos han pasado a ser las donaciones de los frutos rojos que nuestras cooperativas entregan a los trabajadores de los centros sanitarios. Son las mascarillas realizadas por los Mayordomos y las abuelas. Son los protectores faciales que han realizado los voluntarios y el centro Guadalinfo. Las volutas de incienso de tu grupo parroquial de acólitos San José, son las jornadas maratonianas de limpieza y desinfección realizadas por los agricultores en nuestras calles ¿Has visto cuanta generosidad, Madre? ¿Has visto cuánta solidaridad entre familias y vecinos?


Es Viernes Santo, aunque no lo parezca. La bulla dio paso al vacío, a la soledad. Danos tu entereza y serenidad Madre, como aquella que tuviste al pie de la Vera + Cruz, para que sepamos afrontar la soledad de los mayores, la soledad del enfermo, la soledad de su familia, la soledad del que se encuentra alejado de los suyos, la soledad del que aguarda aislado en cuarentena. Dale el consuelo y la fuerza de tu Hijo. Que Él derrame su ventura desde el Árbol de la Cruz de su Victoria. Que nos mantenga a todos unidos en oración, conformando una fraterna cadena que nos permita salir paso a paso de la pandemia y de todas sus consecuencias. Que nos devuelva la cercanía, los abrazos, la rutina, la vida diaria, el sustento, los trabajos…


Y a nosotros, los cruceros, que tomemos ejemplo. Que vivifique nuestra fe. Que salgamos de ésta con más fortaleza, si cabe. De lo malo también se aprende. La Hermandad es un regalo que hay que cuidar todo el año ¡que no nos pueda el desánimo!. Que el hermano es lo que importa. No decaigamos en nuestro empeño, pues esta Semana Santa sin cofradías ya va de paso, quedará en el altillo como un mal recuerdo.


Con la esperanza puesta en una verdinegra levantá que nos lleve de vuelta con nuestra feligresía, con los vecinos de la calle Santa María para que en una verdinegra chicotá vislumbremos la luz de este desconsuelo. Como dijeron los pregoneros: “Rompamos este oscuro duelo. Te espero en la Vera+Cruz, tengo los brazos abiertos”.


Que así sea, a 357 días para un nuevo Viernes Santo.

 

Texto obra de N.H. Don Juan Hernández Morales.

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